Los pobres me fastidian por ordinarios y homogéneos. Están tan ocupados destripándose unos con otros por un mendrugo, que no aprecian la magia de un amanecer, la cadencia de un poema, la tersa sabiduría de un fragmento filosófico…
De ilusiones ando ayuno
Y siempre estás en mi mente,
Cada que te avientan uno
Se me arruga más la frente.
Cuando duermo las flores de tus axilas me acarician todo el cuerpo: Nikos Engónopoulos, poeta griego contemporáneo.
Mis ansias marchan en fuga
Por que mis penas son muchas,
Ya tengo tantas arrugas
Que me enrosco la cachucha.
(Idea original: Verdaguer, genial humorista chileno que floreció allá por los 60s del siglo pasado. Los versos son del Guajo).
Sale chiste: Mi suegro me dijo: cada que mi hija sale con un extraño, me sale una arruga en la frente. Tiene tantas arrugas el hombre que ya no se pone sombrero… se lo enrosca.
Proletarios
En México no se ven sino mujeres y niños, porque los burgueses (lo que haya de esta curiosa especie), duermen de día y sólo salen de noche, mientras que los que trabajan y crean riqueza de la nación, duermen profundamente. Me gustaría visitar ese país, aunque tuviera que pagar el tributo de ver una de sus incongruentes corridas de toros… Nietzsche.
Ahora los voy a complacer con un bonito poema intitulado, “no te prolongues el prepucio de una manera continua y tenaz porque eso ocasiona adición y puedes terminar como abogado con subempleo en una compañía especializada en la venta de seguros”, sale:
Me vine a pedir un cargo
Porque el entusiasmo abraza,
Dijeron va para largo
Mejor espera en tu casa.
Me dieron con mucha prisa
Cuando la prisa es alarde,
Cuatro kilos de maciza
Muy temprano por la tarde.
¿Relatividad?
Es tan corta la vida y tan largas sus horas… decía Borges.
El tiempo está hecho de materia; no sé de qué, no sé si está hecho de protones o electrones o de polvo de estrellas (como dicen esos tipos que impunemente se hacen llamar poetas y que se meten en la metafísica con la misma soltura que los topos se atascan en las nóminas absolutas con relativa proporcionalidad), pero el tiempo pasa, corre, se agita, se expande con el calor, se desvía, nos detecta, nos reconoce, arremete y siempre nos pega por todas partes, pero con mayor precisión en el alma, en el corazón, en la memoria, en la conciencia, en el cerebro… Es veloz como ráfaga cuando nos sentimos, o nos creemos sentir, más o menos felices, o menos infelices. Es lento, casi estático como tortugo climatérico cuando nos aferramos al fastidio o el fastidio pegajoso se nos atora como si fuésemos cosa suya.
Me dieron con mucha prisa
Cuando la prisa es pecado,
Tres kilos de longaniza
Y aquí estoy todo atorado.
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